El último laboratorio de Iván: ¡El orgullo del TEC!

26 de Julio 2016 Por: Irina Grajales Navarrete
De acuerdo con el investigador, con un gramo de combustible en estos dispositivos se podría producir a futuro hasta 26 mil kilowatts hora, con lo cual se abastecería a 80 viviendas durante un mes. 

Su nombre dice “Made in Costa Rica”, pero para nosotros dice ¡Orgullosamente TEC!

... y es que el Laboratorio de Plasmas del Tecnológico de Costa Rica logró, el pasado miércoles 29 de junio, la primera descarga de plasma de alta temperatura en un dispositivo único en Latinoamérica llamado: Stellarator de Costa Rica 1 (SCR -1).

En el mundo, solo  seis países cuentan con un dispositivo de este tipo: Estados Unidos, Australia, Japón, Alemania, España y el Tecnológico de Costa Rica.

El principal objetivo de esta investigación es convertir al plasma en una fuente alternativa de energía.

Este sueño, que hoy nos llena de orgullo, nació en el corazón del sancarleño Iván Vargas, hace más de seis años, cuando logró fundar el Laboratorio de Plasmas del TEC.

A Iván la vida le ha enseñado que sin esfuerzo y dedicación es difícil alcanzar nuestros anhelos.

“Las cosas que se obtienen fácil, se valoran poco. A mí me ha costado mucho”, afirmó Vargas de 43 años, quien hoy, nos contará su historia.  

El primer laboratorio

Iván creció en un pueblo remoto llamado Concepción de la Palmera en San Carlos. El segundo hijo de don Víctor Vargas y doña Susana Blanco.  En total de cinco hermanos.

Estudié en una escuela unidocente. Solo había 10 estudiantes. Incluso, llegué a escuchar (en algún momento) que iban a cerrar la escuela, porque éramos muy pocos. Recuerdo que la maestra tenía una pequeña biblioteca con tres estantes con libros donados. Tres de ellos, eran de ciencia y en uno de ellos se hablaba de fusión nuclear”, señala. 

Fue así, como a los ocho años inició su fascinación por la ciencia. Se llevaba los libros para la casa y los estudiaba. “En un cuaderno escribía todas las preguntas que me iban saliendo, y dejaba espacios grandes, porque estaba seguro que iba a volver y las contestaría. Por ejemplo, me preguntaba ´¿qué pasa cuando un protón choca con un neutrón?´”, relata.

A los pocos meses hizo su primer invento “un carrito impulsado por aire” y a los meses ya pensaba en establecer su propio laboratorio.

“Recolecté frascos de veterinaria, tuberías, soportes y comencé a hacer reacciones químicas en un cuartito que tenía mi papá en la lechería. Doblé unas latas e hice mis primeras prensas para mi laboratorio de química. Me sentía orgulloso”, dijo.

A los nueve años la curiosidad por los inventos y la investigación solo crecían.

“Me comenzaron a gustar los cohetes espaciales. Entonces dije ´¿por qué no hacer un cohete de fusión nuclear?`. Un día llegó una señora que ayudaba a mi mamá y yo le dije ´Voy a hacer un cohete de fusión nuclear´ y le enseñé los esquemas que había diseñado (ella solo se me quedó viendo), pero yo estaba seguro que tenía la solución. Incluso, iba a construir un cohete químico con tuberías”, cuenta mientras ríe.

Antes de los 12 años, era claro para sus padres: Iván amaba la ciencia.

 

El segundo laboratorio

Llegó su etapa de secundaria y debía caminar tres kilómetros para tomar un camión que tardaba una hora para llegar al Colegio Técnico Agropecuario de Aguas Zarcas.

En segundo año de colegio en 1987, creó el Club Científico. Él y su equipo participaron en la III Feria Nacional de Ciencia y Tecnología donde ganaron el primer lugar con puntación perfecta

“Tuvimos la suerte de que Alemania había hecho una donación de equipo científico. El colegio tenía un laboratorio de química, totalmente nuevo, ¡y no lo usaban! Fuimos a sacar los equipos nuevos… y nadie los había tocado. Si yo tenía mi propio laboratorio químico rústico, ese era lo máximo”, señala.

Terminado sus estudios ingresó a la Universidad de Costa Rica a estudiar física, pero su padre solo le pudo pagar los dos primeros años, por ello se vio obligado a dar clases de matemáticas en academias de bachillerato.

“Fue una etapa muy larga. Yo llegué a pensar que nunca iba a terminar la Universidad, de verdad que me costó mucho hasta que logré graduarme. Incluso un compañero llegó a decirme que nunca iba a convertirme en doctor”, cuenta.

 

El tercer laboratorio

A los dos años de graduado de la Universidad, Iván logra ingresar al Tecnológico. Con una idea clara: “tengo que realizar un doctorado y regresar a poner un laboratorio”. De esta manera buscó una beca para estudiar en España, y obtener su grado de maestría y el doctorado en Física de Plasma y Fusión Nuclear en la Universidad Complutense de Madrid.

En España también fue duro pues hubo un periodo donde no contó con beca para pagar sus estudios y tuvo nuevamente que ganarse la vida, en esta ocasión realizando presentaciones de física recreativa por las cuales le pagaban. Hasta que logró una beca del Ministerio de Educación de España. Fue en esa nación, donde se apasionó por el Stellarator y soñó con crear uno para Costa Rica.

Fue así, como el último laboratorio de Iván, hasta el momento, se convirtió en el orgullo del TEC. 

  El científico costarricense Iván Vargas hizo su sueño realidad el pasado 29 de junio con la primera descarga de plasma en un dispositivo de alta temperatura. (Foto: OCM).