Reflexión al son de tango

28 de Julio 2015 Por: Redacción

Por: Milton Villarreal C., Ph.D.

El arte, expresión y manifestación de la creatividad humana, sirve para evocar emociones, sentimientos, creencias, experiencias, recuerdos y reflexiones.

Pero el arte también, a lo largo de la historia, ha sido un poderoso instrumento de crítica social:  una escultura, una pintura, una obra musical o una danza, han sido vías mediante las cuales el ser humano expresa su repulsión o declara su descontento, inconformidad, decepción, enojo o denuncia de situaciones que considera injustas, inmorales o no éticas.

Qué impulsa a un artista a hacer estos llamados de atención, es para mí un misterio.  Lo cierto es que algunas manifestaciones del arte trascienden épocas y generaciones, con una vigencia pasmosa, que a veces crispa los pelos.

Personalmente no tengo preferencia marcada por un género musical en particular.  Igual disfruto música clásica que una pieza de rock, una ranchera, una balada romántica o el tango.

Hablando de tango, a menudo oigo una canción que fue compuesta allá por el año 1934, por el compositor argentino Enrique Santos Discépolo.  No sé mucho de tango, solo que esa canción la hicieron popular Carlos Gardel, Julio Sosa y, en tiempos más recientes, Julio Iglesias.

Lo que el maestro Discépolo no sabía era que estas líricas nos harían reflexionar en el siglo XXI.  Institucionalmente… me gustaría pensar que estamos trabajando todos para disminuir los efectos proféticos de este conocido tango.

En fin, disfruten o sufran… rían o lloren.  (Por supuesto, si conocen la música mientras van leyendo, el efecto es mejor).

Cambalache (tango de 1934)

Música: Enrique Santos DiscépoloLetra: Enrique Santos Discépolo

Que el mundo fue y será una porquería

ya lo sé...

(¡En el quinientos seis

y en el dos mil también!).

Que siempre ha habido chorros,

maquiavelos y estafaos,

contentos y amargaos,

valores y dublé...

Pero que el siglo veinte

es un despliegue

de maldá insolente,

ya no hay quien lo niegue.

Vivimos revolcaos

en un merengue

y en un mismo lodo

todos manoseaos...

¡Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor!...

¡Ignorante, sabio o chorro,

generoso o estafador!

¡Todo es igual!

¡Nada es mejor!

¡Lo mismo un burro

que un gran profesor!

No hay aplazaos

ni escalafón,

los inmorales

nos han igualao.

Si uno vive en la impostura

y otro roba en su ambición,

¡da lo mismo que sea cura,

colchonero, rey de bastos,

caradura o polizón!..

¡Qué falta de respeto, qué atropello

 a la razón!

 ¡Cualquiera es un señor!

 ¡Cualquiera es un ladrón!

 Mezclao con Stavisky va Don Bosco

 y "La Mignón",

 Don Chicho y Napoleón,

 Carnera y San Martín...

 Igual que en la vidriera irrespetuosa

 de los cambalaches

 se ha mezclao la vida,

 y herida por un sable sin remaches

 ves llorar la Biblia

 contra un calefón...

 ¡Siglo veinte, cambalache

 problemático y febril!...

 El que no llora no mama

 y el que no afana es un gil!

 ¡Dale nomás!

 ¡Dale que va!

 ¡Que allá en el horno

 nos vamo a encontrar!

 ¡No pienses más,

 sentate a un lao,

 que a nadie importa

 si naciste honrao!

 Es lo mismo el que labura

 noche y día como un buey,

 que el que vive de los otros,

 que el que mata, que el que cura

 o está fuera de la ley...