De cara a las próximas elecciones: ¿sobreinformados o desinformados?

22 de Enero 2018 Por: Jorge Quesada Araya
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Las elecciones se realizarán el domingo 4 de febrero.

La Oficina de Comunicación y Mercadeo no toma como suyas, las opiniones vertidas en esta sección.
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El Tribunal Supremo de Elecciones, en su campaña para promover la participación de los ciudadanos en el próximo proceso electoral, pide a los costarricenses que se informen para votar inteligentemente.  Se sabe bien que para tomar una buena decisión es imprescindible conocer a fondo sus implicaciones y, en este caso en particular, las implicaciones radican en que con nuestro voto estaremos eligiendo, el próximo 4 de febrero, a las personas que tomarán las riendas de nuestro país durante los próximos cuatro años.  Indudablemente eso es una gran responsabilidad.

Y, claro, hay muchas maneras de informarse respecto al pensamiento y las propuestas de los candidatos a la presidencia: debates, sitios web, redes sociales, WhatsApp y propaganda en medios tradicionales, etc.  Así que, por acceso a la información, realmente no tenemos impedimentos tecnológicos ni de ideología.  El asunto es que, cuando pretendemos hacer un análisis sobre la información que nos proporcionan los candidatos a la presidencia, nos encontramos con una sobreabundancia de esta, que nos ahoga en un mundo de información político electoral difícil de asimilar y comprender.

Los debates, por ejemplo, se convierten en un campo de batalla entre los aspirantes y, entre tanto polvorín, no nos permiten ver a profunidad planteamientos ni ideas concretas que vislumbren soluciones reales a los problemas que afectan al país.  Quizá el problema sea la estructura de los debates, que obedece más a temas de dirección y tiempo que a informar con profundidad y claridad a los costarricenses.  Sobresalen en estos la demagogia y las falsas promesas de mejora que, como políticos, deben explotar los candidatos para tratar de convencer a costarricenses que ya no creen en sus promesas y están hartos de políticos que se aprovechan de sus puestos para beneficio personal o el de sus grupos financieros y no para el beneficio de todos los costarricenses.

Pareciera que nuestra realidad no les afecta, pareciera que ellos nunca van a hacer fila a los hospitales y clínicas de la CCSS, pareciera que nunca transitan por los cuellos de botella de las carreteras en horas pico, pareciera que no envían a sus hijos a las escuelas y colegios públicos, pareciera que no viven en este país al que muchos políticos del presente y del pasado han convertido en un verdadero desastre en cuanto a la seguridad ciudadana, la educación, la salud, los servicios públicos y la ingobernabilidad que se dispara desde la Asamblea Legislativa.

Quizá, la intención del Tribunal Supremo de Elecciones sea buena, sin embargo, se debe hacer un esfuerzo muy grande para entender la dinámica de este proceso electoral.  Ya no vivimos en el bipartidismo de antaño, ni en la Costa Rica sin Internet y sin redes sociales, pero, al menos, aquella permitía conocer más a fondo las propuestas de quienes aspiraban a la presidencia.  La irrupción de una estructura multi y transmediática en el acceso a la información solo hace que se segmenten los públicos y no nos deja ver claramente, entre tanta saturación de datos e información, lo que proponen los ilustres candidatos en materia de: energía y telecomunicaciones, política económica, generación de empleo, gobierno electrónico, situación fiscal del país, protección ambiental, reforma tributaria, matrimonio igualitario y seguridad ciudadana solo por mencionar algunos temas relevantes.

Lo que sí es claro es que el deber de votar es ineludible para todos los ciudadanos costarricenses y que contaremos, en última instancia, con un máximo de minuto y treinta segundos en el recinto de votación para tomar una decisión trascendental para el futuro de nuestro país.  Y, dentro del enjambre de opciones que tenemos en esta oportunidad, debemos cuidarnos de no elegir a un loco con machete o a un radical fundamentalista que haga que nuestro país retroceda en sus garantías institucionales y derechos humanos.  Se debe votar responsablemente, se debe votar por Costa Rica.  Y que Dios nos acompañe.

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