La condición social de los animales no humanos

Por: Wilmer Casasola-Rivera*

Escuela de Ciencias Sociales

*Máster en Bioética

1 de Febrero 2023 Por: Redacción
gallinas encerradas.

Imagen ilustrativa.Freepik.

Cuando ustedes pasan junto a los escaparates de las carnicerías, donde cuelgan cuerpos despedazados y abiertos por la mitad, ¿qué les viene a la mente? (…) El crimen de estos animales se considera un acto normal, se ha convertido en un hecho cotidiano. Un crimen que todos cometen

Olga Tokarczuk, Sobre los huesos de los muertos.

  1. ¿Qué tareas puede asumir la bioética?

En ética o en bioética es importante la argumentación consistente. La consistencia entre idea y acción es más importante aún.

No se puede hablar a priori de una tarea de la filosofía, porque lo que tenemos es una profesión que cuenta con muchas orientaciones de estudio. Quizás por eso, en nombre de la filosofía, hay quienes escriben cualquier disparate ensayístico: filosofía del cachivache…  Lo más coherente sería preguntarse: ¿qué tareas puede asumir la filosofía? De forma más personal: ¿qué tarea filosófica puedo asumir?

Dependiendo del círculo profesional, la bioética se interpretará de diferentes formas. En Filosofía pasa lo mismo: se reconstruyen ideas filosóficas para darles sentido bioético. Aunque claramente, la bioética tiene su propia metodología de trabajo.

Para empezar, tenemos que demarcar los alcances epistemológicos y metodológicos de esta bioética. La primera tarea sería justificar qué se entiende por bioética y en qué contexto se utiliza. Así, cabe preguntar: ¿qué tipo de tareas permite asumir la bioética como disciplina? La bioética cuenta con muchos enfoques. Desde la reflexión bioética es posible asumir muchas tareas urgentes y producir cierta bioética. 

Cada día enfrentamos una variedad problemas sociales que requieren del planteamiento de nuevas ideas. Muchas ideas recicladas no responden a nuestro contexto histórico-problemático. No podemos continuar discutiendo antiguas ideas y afirmar vigorosamente que son vigentes ¿Vigentes para quién? ¿Vigentes para qué? Caímos en un tedio filosófico que se maravilla de reciclar ideas constantemente. La filosofía del reciclaje de las ideas abandona el presente y sus necesidades. Es importante desarrollar filosofías integrales que nos sirvan para orientar la solución de problemas sociales reales.

La reflexión bioética puede proponer rutas reflexivas para lograr un giro cultural. La especulación bioética podría abrir surcos reflexivos para tomar conciencia crítica de muchos problemas sociales que enfrentamos y silenciados por nuestra superficialidad intelectual. El diseño de políticas públicas para enfrentar problemas sociales es una tarea que podemos asumir desde diferentes trincheras profesionales. La bioética reflexiva puede orientarnos hacia una nueva educación social.

  1. Una cultura del terror: la crueldad hacia los animales

La condición social de los animales (no humanos) es un asunto que merece nuestra atención. La condición social de los animales no hace referencia a los grupos a los que pertenecen, sino a la invasión perversa que sufren por parte de las sociedades humanas. Los animales son privados de vivir según sus intereses sociales, porque hemos creído que solo las sociedades humanas importan. Los animales se encuentran en un estado de vulnerabilidad y de terror debido a nuestras acciones. Hemos determinado la vida de los animales a una existencia de consumo y exterminio. La condición social de los animales entre humanos es vivir sometidos a una permanente esclavitud a través de una cultura del terror. Nuestro capricho es creer que somos superiores a cualquier otra especie.

Pertenecemos a un gran imperio racional que potencia una cultura del terror para disponer de la vida de los animales. Los animales son objeto de consumo para todo tipo de actividad humana: explotación laboral, perversión, combates, alimentación…Somos extinguidores profesionales de especies. Según Richter-Boix (2022), la extinción de especies es un fenómeno asumido. En lo que queda del siglo, podrían desaparecer hasta un millón de especies.

Por supuesto que se asume la extinción de las especies como algo natural, porque es nuestra especie Sapiens la que fabrica esta aniquilación. La especie humana devora la casa en la que vive, se devora a sí misma. Fabricamos terror.

Las acciones humanas destruyen ecosistemas. El residuo de estos ecosistemas es objeto de entretenimiento perverso: la cacería. Cada año mueren miles de animales a manos de cazadores furtivos que despliegan la sed patológica de un tánatos bizarro cultural. Pero también el tráfico ilegal de especies exóticas es otro motivo. Son arrancados de sus hábitats para vivir encarcelados y satisfacer una estética perversa.

Una gran cantidad de animales son utilizados en espectáculos públicos, entrenados bajo una psicología del miedo y una domesticación del dolor, que los obliga a reaccionar de una forma que complace el hedonismo enfermo del humano, pero los relega a un mundo impotente de sufrimiento. Los animales que entretienen a las personas son sometidos a continuo maltrato para que logren la ejecución de trucos que satisfacen el vacío existencial de muchas personas. La ausencia de felicidad, la falta de un sentido de vida genuino en esta transitoria y efímera vida, provoca que busquemos en los espectáculos públicos la diversión que no encontramos en nuestro propio interior. Y el sufrimiento de estos animales es el objeto de felicidad de nuestra agonía emocional, triste, precaria.  

Algunos pueblos civilizados (…) potencian prácticas culturas perversas, como matar lentamente a un animal indefenso en una plaza, mientras gritan eufóricos clamando por sangre. Luego, se les escucha hablar de medicina, de filosofía, de derecho, de arte, y de cualquier otra actividad humana que silencia en complicidad el dolor, el sufrimiento y la muerte de muchos animales indefensos.

Somos partícipes de una masacre cotidiana para satisfacer una supuesta necesidad alimentaria. Cada día mueren miles de animales de forma brutal para satisfacer un deseo gustativo irracional que no toma en cuenta el terror que experimentan muchas especies al ser sacrificados, donde el clamor, los gritos de angustia a través de bramidos y otras exclamaciones que ignoramos deliberadamente, expresan el miedo a morir. Exhibimos sus cuerpos descuartizados en carnicerías y supermercados sin inmutarnos de la matanza comercial que se legitima moralmente en nombre de una supuesta dieta necesaria para nuestra vida. El pedazo de animal que nos servimos en un plato es la representación ontológica de dolor, de angustia, de terror, de sangre. Otra gran cantidad de animales exóticos son víctimas de un comercio sangriento para satisfacer los caprichos gastronómicos de seres humanos con un patológico apetito irracional. Y muchos otros son explotados laboralmente hasta morir de agotamiento.

¿Llegaremos un día a sentir vergüenza histórica por la masacre de tantos animales para beneficio humano? ¿Llegaremos un día a ser conscientes de la cultura del terror que elaboramos y la brutalidad con la que tratamos a las demás especies? Para separarnos de los animales y mostrar dominio sobre ellos, inventamos un concepto: el alma. Esta cosa transcenderá el universo y vivirá eternamente. Un mito que nos gusta creer porque alimenta nuestro ego fallido. La primera posverdad de la historia que fue diseñada para controlar la vida en sociedad a través del miedo.

Podemos ser parte de una especie egoísta, perversa: negar el derecho que tienen las demás especies de habitar con tranquilidad este pequeño e insignificante terrón planetario, porque lo hicimos propio. Negamos la existencia de otros. Nos asociamos para generar daño. Pero creemos que somos superiores porque fabricamos un chip, creamos una vacuna, producimos literatura, fabricamos autos y maquinaria. Somos Sapiens: diosecillos de la Tierra, caricaturas del universo.

Fuente mencionada en este artículo: Richter-Boix, A. (2022). El primate que cambió el mundo. GeoPlaneta.

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Las opiniones aquí vertidas no representan la posición de la Oficina de Comunicación y Mercadeo y/o el Tecnológico de Costa Rica (TEC).

Opinión, bioética, maltrato animal