
La economía costarricense se ha visto severamente afectada por la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19. Ante esto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé una caída de 3,3% en la producción nacional para 2020, pero especialistas temen que la afectación vaya a ser mucho mayor y que el desempleo se eleve a cifras nunca antes vistas en nuestro país.
Ante esta necesidad, desde el Centro de Investigación en Biotecnología (CIB), del Tecnológico de Costa Rica (TEC), especialistas y científicos ofrecen servicios de desarrollo, capacitación y asesoría para diversos sectores productivos, de forma que los resultados de sus investigaciones se puedan poner en práctica.
“En el TEC se han desarrollado numerosas innovaciones en el campo de la biotecnología, que podrían resultar muy útiles para ayudar a los productores nacionales a afrontar la crisis”, explicó la Dra. Laura Calvo Castro, coordinadora del CIB y docente de la Escuela de Biología.
Según Calvo, las iniciativas se agrupan en las siguientes líneas de trabajo:
- Mejoras en la eficiencia de sus cultivos.
- Aprovechamiento de residuos.
- Usos alternativos de productos agropecuarios.
- Fuentes alternativas de biofármacos, alimentos y energías.
El CIB cuenta con muchas otras herramientas de apoyo, tales como productos biológicos nacionales para sustituir el uso de fertilizantes y plaguicidas sintéticos, o el estudio de cultivos más resistentes al cambio climático.
Además, se impulsa nuevas industrias, como la exportación de fibras de abacá, y el desarrollo de innovadores productos a base de insumos nacionales, como antioxidantes a partir de desechos agrícolas y alimentos para animales a partir de microalgas.
“Las áreas de Biotecnología Ambiental y Biotecnología Vegetal del CIB se han unido para poner a disposición de los agricultores, a través del Ministerio de Agricultura y Ganadería, miles de vitroplantas de papa y otros insumos biológicos para la siembra de este cultivo. Las plantas contarán con un certificado del CIB, donde se declara que están libres de virus de plantas.
“Los bioinsumos van dirigidos a la protección de la raíz y la promoción del crecimiento de las plantas. Esta será una medida de reactivación económica directa y un apoyo eficaz a la producción agrícola”, asegura el Dr. William Rivera Méndez, investigador del CIB, profesor de la Escuela de Biología y especialista en tecnologías de producción agrícola sostenible.
Sustitución de fertilizantes y plaguicidas
“En el Laboratorio de Biocontrol y en el Laboratorio de Bacteriología del CIB desarrollamos varios proyectos para mejorar la productividad del sector agrícola, con tecnologías de bajo impacto ambiental para su transferencia a agricultores, empresas y al sector gubernamental”, detalla Rivera.
Desde hace ocho años, explica Rivera, en el TEC se trabaja con microorganismos para controlar enfermedades que atacan los cultivos agrícolas, y que también sirven como mejoradores del suelo, con lo que se disminuye el uso de pesticidas y fertilizantes químicos.
Estos microorganismos biocontroladores se vienen aplicando con grupos de agricultores de hortalizas de la zona norte de Cartago, en cultivos como fresa, papa, tomate y cebolla.
Además de ser amigables con el ambiente, estos biocontroladores tienen la ventaja de ser producidos en Costa Rica y son productos formulados, lo que los diferencia de los existentes en el mercado.
Con estos avances se han logrado aumentos en el rendimiento de hasta un 20% en cultivos de cebolla, chile dulce y ajo.
“Podremos elaborar planes de acción para reactivar y mejorar el sector agrícola de nuestro país, con estrategias como prevención y remediación en zonas productivas, evaluación de impacto ambiental, protección de sitios específicos, estudios sobre efectos de cambio climático y la calidad del suelo, entre otros”, destaca Rivera.
Otra alternativa ecoamigable que se trabaja en el CIB para el control de enfermedades de los cultivos es el uso de biopartículas de sustancias naturales de plantas, hongos, y bacterias.
Estas biopartículas promueven que los cultivos agrícolas “aumenten sus defensas”, y se reduzca la aplicación de químicos nocivos. Rivera resalta que en este proyecto se aprovechan desechos agrícolas como materia prima, lo que también permite la generación de valor a partir de residuos.